“Alito” se empinó solito
- Karla Hernandez
- 28 ago
- 3 Min. de lectura
Si actitud porril y corrupta lo lleva al desafuero
La agresión en el Senado exhibe la desesperación del priista; el futuro del campechano pende de un hilo, y la justicia está lista para cortar ese hilo con precisión quirúrgica
MARCOS H. VALERIO
La escena en la Antigua Casona de Xicoténcatl fue tan bochornosa como reveladora. Alejandro Moreno Cárdenas, “Alito”, líder nacional del PRI, se subió al podium del Senado para desatar una trifulca que dejó al descubierto su talante autoritario y desesperado.
En un arranque de furia, agredió al presidente de la Mesa Directiva, Gerardo Fernández Noroña, quien, según el priista, no le cedió la palabra durante la sesión de la Comisión Permanente.
El morenista, visiblemente superado, fue retirado por sus compañeros mientras Moreno, acompañado de los diputados Erubiel Alonso y Carlos Gutiérrez Mancilla, no solo atacó al senador, sino que también arremetió contra un trabajador del Senado, dañando su equipo de grabación.
“Alito” pudo sentirse victorioso en ese momento, pero su explosión de enojo podría convertirse en el principio de su ocaso político.
El zafarrancho no fue solo un espectáculo de mal gusto; fue un error estratégico que ha dado al poder político una oportunidad de oro para ajustar cuentas. La denuncia penal presentada por Fernández Noroña por lesiones, intento de robo y daño material ya está en marcha, y el morenista no ha dudado en exigir el desafuero del campechano y sus cómplices.
Pero más allá de la agresión física, lo que realmente pesa sobre “Alito” es la acusación de presuntos desvíos de recursos que ya se encuentra en la Sección Instructora de la Cámara de Diputados, bajo el control del incondicional Hugo Éric Flores.
Este expediente, que podría ser enviado al pleno en cualquier momento, representa una amenaza directa a la inmunidad parlamentaria del líder priista.
Moreno, en su afán por demostrar fuerza, ha terminado por exponer su vulnerabilidad. Su liderazgo al frente del PRI, ya cuestionado por las derrotas electorales y las fracturas internas, queda aún más debilitado tras este episodio.
La narrativa de “Alito” como víctima de un supuesto complot no convence ni a los suyos. En redes sociales, intentó justificar su actuar acusando a Noroña de provocador y cobarde, pero las imágenes de la agresión hablan por sí solas. El PRI, que alguna vez fue sinónimo de poder y disciplina, hoy parece reducido a un grupo de matones que recurren a la violencia ante la falta de argumentos.
El incidente también plantea una reflexión más profunda: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar el PRI en su resistencia al cambio? La amenaza de “reventar” la sesión del 1 de septiembre, cuando tomará protesta el nuevo Poder Judicial, revela una oposición que, en su desesperación, coquetea con el caos.
Este no es el camino para recuperar la confianza ciudadana ni para posicionarse como una fuerza política seria. La violencia, como lo ha reiterado Noroña, no es una opción política, y mucho menos en un Congreso que debería ser el espacio para el diálogo y la construcción de acuerdos.
Si la Sección Instructora avanza con el desafuero y el pleno lo aprueba, “Alito” Moreno podría enfrentar un proceso penal que lo aleje definitivamente de la escena política. Y aunque el PRI intente cerrar filas, la fractura interna es innegable: no todos los priistas están dispuestos a hundirse con su líder.
Ayer, “Alito” pudo sentirse ganador al ver a Noroña retirarse. Pero ese triunfo es tan efímero.
Lo que ocurrió en Xicoténcatl no solo es una mancha en la historia del Congreso mexicano, sino un recordatorio de que la violencia, lejos de ser una muestra de fuerza, es la última carta de quienes ya no tienen nada que ofrecer. El futuro de “Alito” pende de un hilo, y la justicia está lista para cortar ese hilo con precisión quirúrgica







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