Cuando la justicia alcanzó a “Alito”
- Karla Hernandez
- 1 ago
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Solicitud de desafuero que lo acusa de desviar 83.5 mdp como gobernador
No solo pondría a prueba la fortaleza del nuevo sistema judicial, sino que enviaría un mensaje claro: nadie, está por encima de la ley
MARCOS H. VALERIO
Alejandro "Alito" Moreno, el líder del otrora todopoderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI), enfrenta un nuevo capítulo en su batalla por mantener el blindaje que le otorga su escaño en el Senado.
La Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción de Campeche ha vuelto a la carga, esta vez con una solicitud de desafuero que lo acusa de desviar 83.5 millones de pesos durante su gestión como gobernador de ese estado entre 2015 y 2019.
No es la primera vez que “Alito” se ve en el ojo del huracán: desde 2022, una solicitud previa por enriquecimiento ilícito ya lo tenía contra las cuerdas. Hoy, con dos frentes abiertos, el cerco se estrecha, y la justicia, aunque lenta, parece estar llegando.
“Alito” Moreno, fiel a su estilo, se atrinchera en la narrativa de la persecución política. “Usan las fiscalías como garrote para intimidar a quienes nos oponemos”, clama en redes sociales, asegurando que amparos definitivos frenarán cualquier acción penal.
El PRI de Alito no es el coloso de antaño. Su reelección como presidente del partido hasta 2032, lograda tras maniobras estatutarias validadas por el Tribunal Electoral, dejó un sabor amargo entre los priistas históricos, cuyos recursos de impugnación no han prosperado.
Mientras Moreno se aferra al timón de un partido en declive, los reflectores vuelven a él no por su liderazgo, sino por las sombras de corrupción que lo persiguen. Su inmunidad, que alguna vez fue un escudo inexpugnable, hoy pende de un hilo en el Congreso.
“Alito” insiste en que su voz no será silenciada, pero sus palabras suenan más a bravuconada que a convicción. La justicia, aunque pausada, avanza con paso firme.
La caída de un líder que se creyó intocable no solo pondría a prueba la fortaleza del sistema judicial, sino que enviaría un mensaje claro: nadie, ni siquiera los vestigios de un priismo que se resiste a desaparecer, está por encima de la ley.
“Alito” puede gritar persecución, pero los hechos son tercos, y el tiempo de rendir cuentas parece estar cada vez más cerca. La justicia, como reza el adagio, es lenta, pero llega




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