El beso que no fue
- Karla Hernandez
- 1 oct
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Cuando el desprecio habla más que las palabras
MARCOS H. VALERIO
El Senado de la República, se escenificó un episodio que resume la podredumbre contra Adán Augusto López Hernández. La secretaria de Gobernación (Segob), Rosa Icela Rodríguez, compareció ante el pleno para glosar el Primer Informe de Gobierno de Claudia Sheinbaum. Lo que debía ser un trámite protocolar se convirtió en un espectáculo de humillación pública para el tabasqueño, quien todavía se cree intocable, pero que cada día se hunde más en el fango de sus propios escándalos.
Minutos antes, la secretaría de Gobernación, durante su comparecencia ante legisladores mandó un mensaje con nombre y apellido, “cero tolerancia y la justicia no va a encubrir a nadie”.
Dicen que al buen entendedor, pocas palabras bastan. Y vaya si fueron escasas las que le dedicó Rosa Icela al coordinador morenista. Al concluir su intervención, la secretaria se acercó a saludar a senadores de la oposición: Un beso y abrazo efusivo para el priista Manuel Añorve, otro para la emecista Amalia García.
Gestos de cortesía que, en el mundo de la política, son monedas de cambio. Pero cuando Adán Augusto, sentado una fila abajo, extendió los brazos en busca de su turno, la respuesta fue glacial: Un saludo distante de lejos, un apretón de manos forzado y, sobre todo, la negación rotunda de ese beso en la mejilla que él tanto anhela como sello de complicidad.
Las cámaras lo captaron todo: El tabasqueño, con esa sonrisa petulante que tanto lo caracteriza, quedando con el gesto en el aire, como un pretendiente rechazado en plena fiesta.
Momentos después, en uno de los sótanos del Senado, Adán Augusto se coló en la comitiva de la secretaria para escoltarla hasta su camioneta oficial.
Un último intento desesperado por forzar la intimidad que le habían negado arriba. Ahí, en la penumbra del estacionamiento, Rosa Icela no tuvo más remedio que ceder: Un beso rápido, casi mecánico, en la mejilla.
Pero el daño ya estaba hecho. El gesto, lejos de redimirlo, solo acentuó la brecha: ¿por qué a los priistas sí y a él, el "líder" de Morena en el Senado, no? ¿Acaso la secretaria, con su advertencia durante la comparecencia de "no pactamos ni con criminales ni con mafiosos", lanzaba un dardo envenenado directamente al corazón del tabasqueño?
Extraño que Adán Augusto, tan aficionado a los refranes y los lugares comunes –ese que presume de ser el "hermano político" de Andrés Manuel López Obrador–, no recuerde el viejo adagio: "Al buen entendedor, pocas palabras". O tal vez sí lo recuerda, pero prefiere ignorarlo, aferrado a su arrogancia de quien se cree por encima de las consecuencias.
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