Expone Claudia malos manejos en Pemex
- Karla Hernandez
- 2 jul
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Particularmente en el sexenio de Peña Nieto, y defiende transformación
Es hora de que la oposición rinda cuentas por sus malos manejos y deje de obstaculizar el renacimiento de un pilar de la soberanía nacional
MARCOS H. VALERIO
La crisis de Petróleos Mexicanos (Pemex) no es un secreto, pero señalar a los responsables de su debacle sigue siendo una deuda pendiente con el pueblo de México. Durante su conferencia matutina “La Mañanera del pueblo”, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo fue contundente: la peor situación financiera de Pemex ocurrió durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, cuando la empresa fue descapitalizada y su deuda creció hasta niveles insostenibles.
Mientras la oposición, particularmente el PRI y el PAN, intenta desacreditar los esfuerzos de la Cuarta Transformación para rescatar a la paraestatal, Sheinbaum ha dejado claro que la transformación de Pemex va “hasta el tuétano”.
Con una visión a 40 años, que incluye la integración vertical, el fortalecimiento de la petroquímica y la garantía de contratos, el gobierno actual está corrigiendo los errores de quienes saquearon a la empresa en nombre de la modernización.
Es hora de que la oposición rinda cuentas por sus malos manejos y deje de obstaculizar el renacimiento de un pilar de la soberanía nacional.
La presidenta Sheinbaum no titubeó al señalar al sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018) como el periodo en que Pemex tocó fondo. Durante esos seis años, la deuda de la paraestatal se disparó un 91.9%, pasando de 1.1 billones de pesos en 2012 a más de 2.1 billones en 2018, según datos oficiales.
Esta descapitalización no fue un accidente, sino el resultado de una estrategia deliberada que priorizó la apertura del sector energético a privados, a través de la Reforma Energética de 2014, sobre la fortaleza de la empresa estatal.
“Se descapitalizó y creció la deuda”, afirmó Sheinbaum, recordando cómo las políticas priistas dejaron a Pemex en una situación de vulnerabilidad que aún hoy representa un desafío monumental.Bajo el gobierno de Peña Nieto, Pemex no solo enfrentó una caída en su producción petrolera –de 2.5 millones de barriles diarios en 2012 a 1.8 millones en 2018–, sino que también fue fragmentada en un entramado de 40 filiales que dificultaban su operación eficiente.
Estas subsidiarias, creadas bajo el pretexto de modernizar la empresa, se convirtieron en un vehículo para contratos opacos y desvíos de recursos, según auditorías posteriores realizadas por la Auditoría Superior de la Federación (ASF).
Mientras los mexicanos veían cómo se dilapidaba el patrimonio nacional, la oposición celebraba una reforma que prometía “energía barata” pero que, en realidad, benefició a un puñado de empresas extranjeras y dejó a Pemex al borde del colapso.
No menos grave fue la incapacidad de Pemex durante ese periodo para aprovechar los yacimientos descubiertos. Como señaló Sheinbaum, “antes no podía” llevar la mano en la explotación de nuevos pozos, ya que la Reforma Energética priorizaba a los privados en las licitaciones de campos petroleros.
Esta política no solo limitó la capacidad productiva de Pemex, sino que también la relegó a un papel secundario en un sector que históricamente ha sido el motor de la economía mexicana. La oposición, que hoy critica los esfuerzos del gobierno por rescatar a la paraestatal, calló cuando se desmantelaba su estructura y se hipotecaba su futuro
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