Grito Bajo los Escombros
- Karla Hernandez
- 1 sept
- 3 Min. de lectura
Terremoto en Afganistán deja 800 muertos y más de 2 mil 800 heridos
Devastador terremoto de magnitud 6 sacude el este del país; Cinco réplicas, una de ellas de magnitud 5.2, prolongaron el terror
MARCOS H. VALERIO
La tierra tembló con una furia implacable, y el eco de los gritos aún resuena en las montañas de Kunar. A las 2:47 de la mañana de lunes, un sismo de magnitud 6, con epicentro a solo ocho kilómetros de profundidad y a 27 kilómetros de Jalalabad, capital de Nangarhar, desató el caos en el este de Afganistán.
Las cifras son desgarradoras: 800 muertos, más de 2 mil 800 heridos y un número indeterminado de familias sepultadas bajo los escombros de sus hogares.
Cinco réplicas, una de ellas de magnitud 5.2, prolongaron el terror, recordando a los afganos que la naturaleza no da tregua en una tierra ya castigada por décadas de guerra y pobreza.
En el aeropuerto de Jalalabad, el amanecer del lunes reveló una escena de urgencia y luto. Cientos de soldados, con sudarios blancos en las manos, cargaban helicópteros con suministros de emergencia.
El Ministerio de Defensa afgano, bajo control talibán desde 2021, desplegó 40 vuelos para llevar ayuda y evacuar a los heridos de Kunar, donde el impacto fue devastador.
“Nunca habíamos vivido nada parecido”, relató Ijaz Ulhaq Yaad, un funcionario de Nourgal, con la voz quebrada por teléfono. “Los niños y las mujeres gritaban, el suelo se movía como si quisiera tragarnos”. Las imágenes de casas derrumbadas y familias buscando a sus seres queridos entre los restos de adobe y piedra son un recordatorio cruel de la fragilidad de esta región.
Kunar, una provincia agrícola fronteriza con Pakistán, alberga a unas 2,000 familias de repatriados que, tras ser expulsados de Pakistán e Irán, soñaban con reconstruir sus vidas. El sismo pulverizó esas esperanzas. “Habían regresado con la ilusión de un nuevo comienzo, pero ahora no queda nada”, lamentó Yaad.
El balance provisional reporta 800 muertos y 2,500 heridos en Kunar, además de 12 fallecidos y 255 lesionados en Nangarhar. Pero las autoridades advierten que las cifras crecerán conforme los equipos de rescate avancen en las aldeas remotas de la cordillera de Hindu Kush, donde los caminos colapsados dificultan el acceso.
MERODEAN TRAGEDIAS A AFGANISTÁN
La tragedia no es nueva para Afganistán, un país donde los sismos son frecuentes debido a su ubicación en la confluencia de las placas tectónicas eurasiática e india. En 2023, Herat lloró a más de mil 500 víctimas tras un terremoto que dejó 63 mil casas destruidas.
En 2022, Paktika sufrió un sismo que mató a más de mil personas. Y en 2015, un temblor de magnitud 7.5 dejó 380 muertos en la región. Esta vez, la combinación de un sismo superficial y réplicas intensas agravó el desastre, sumándose a las inundaciones que, apenas el viernes, dejaron cinco muertos y destruyeron cosechas en Nangarhar.
La vulnerabilidad de un país empobrecido, con una infraestructura debilitada por cuatro décadas de conflicto, queda al descubierto.
El gobierno talibán, en el poder desde 2021, enfrenta un desafío colosal. La caída de la ayuda internacional ha mermado su capacidad de respuesta, y la situación humanitaria, ya crítica, se agrava con cada desastre.
En Kabul, el portavoz Zabihullah Mujahid anunció en una rueda de prensa que los esfuerzos de rescate continuarán, pero los recursos son limitados. Los helicópteros sobrevuelan Kunar, llevando mantas, alimentos y medicinas, mientras los sobrevivientes, muchos de ellos niños y mujeres, buscan refugio en un paisaje de desolación.
“No sabemos cómo seguir”, confesó un habitante de Nourgal, con la mirada perdida entre los restos de su hogar.
Afganistán, una vez más, está de luto. La solidaridad internacional comienza a movilizarse, pero el tiempo apremia. Cada hora que pasa, las esperanzas de encontrar sobrevivientes disminuyen, y el peso de la tragedia recae sobre un pueblo que ha conocido poco más que sufrimiento.
En Kunar, los gritos de auxilio se mezclan con el silencio de los que ya no están. La tierra sigue temblando, y con ella, el corazón de un país que lucha por no derrumbarse
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