Tlatelolco, donde los olvidados mueren sin lápida
- Karla Hernandez
- 14 jul
- 4 Min. de lectura
Geografía del abandono:
Personas en situación de calle enfrentan un destino silenciado por la indiferencia y la burocracia, mientras los vecinos claman por seguridad y el gobierno promete soluciones
MARCOS H. VALERIO
Bajo el Puente de Ricardo Flores Magón, en la Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco, en la Ciudad de México, el aire huele a cartón quemado y a olvido.
Entre los andadores de concreto agrietado y los edificios que aún llevan las cicatrices de 1968, José Alberto, de 30 años, enciende una fogata para combatir el frío de la medianoche.
Su rostro, curtido por cinco años en la calle, refleja una resignación que pesa más que las cobijas raídas que lo cubren. “¿Miedo a morir? No. Hay un dicho: no temas por donde vayas, porque vas a morir donde no debes”, dice con una sonrisa amarga, mientras señala las cicatrices en sus brazos, mapas de una vida rota por una ruptura amorosa y las adicciones.
José Alberto es uno de los 616 rostros invisibles que, según el censo de la Secretaría de Bienestar (SEBIEN) de marzo de 2024, viven en situación de calle en la alcaldía Cuauhtémoc, el epicentro de una tragedia silenciada en la Ciudad de México.
Aquí, donde el bullicio de Paseo de la Reforma y la majestuosidad del Ángel de la Independencia contrastan con la miseria, la muerte acecha a los olvidados.
Cabe destacar que, entre el 30 de junio y el 5 de julio de 2025, siete personas sin hogar fallecieron en esta demarcación y sus alrededores: tres el 30 de junio (una en Iztacalco, dos en Cuauhtémoc), dos el 2 de julio (hombres en Miguel Hidalgo y Venustiano Carranza), y ninguna fue identificada.
Sus fichas forenses, frías como el asfalto donde yacieron, solo registraron: “ausencia de signos vitales, etiología a determinar”.
CEMENTERIO SIN LÁPIDAS
La alcaldía Cuauhtémoc concentra más personas en situación de calle que Cuajimalpa, Magdalena Contreras y Milpa Alta juntas. Según datos de SEBIEN, 86 por ciento son hombres, 14 por ciento mujeres, y 1.5 por ciento pertenece a la comunidad LGBTIQ+.
El 85.5 por ciento vive con alguna discapacidad física o mental, lo que los hace aún más vulnerables.
En Tlatelolco, donde se estima que unas 100 personas sin hogar ocupan bajopuentes, jardineras y entradas de edificios, la situación es un polvorín.
Los vecinos reportan robos de cableado, agresiones físicas, consumo de drogas y fogatas que amenazan con incendios, como los documentados en el antiguo Cine Tlatelolco y el hospital ISSSTE “Gonzalo Castañeda”.
En la colonia Tabacalera, a unos kilómetros de Tlatelolco, otro episodio marcó la indiferencia de la ciudad: el 6 de junio de 2025, un hombre de 60 años murió de un “paro cardiorrespiratorio” frente al Hotel Barceló, a pasos del Ángel de la Independencia.
Mientras los policías acordonaban la acera, los huéspedes del hotel tomaban café en el lobby, y los turistas seguían fotografiando el monumento. Su cuerpo permaneció horas en el suelo, un recordatorio cruel de cómo la ciudad pasa de largo ante sus “invisibles”.
PESO DE LA INDIFERENCIA
Luis Enrique Hernández, de la organización El Caracol, lleva 26 años documentando estas muertes que el Estado ignora. Su campaña “Chiras pelas, calacas flacas” ha registrado 21 fallecimientos en 2025 solo con reportes periodísticos, muchos de personas con familias que los buscan, pero cuyos nombres terminan en fosas comunes o aulas de medicina.
“El 91 por ciento muere sin atención médica porque los hospitales les niegan servicio sin acta de nacimiento o INE. No hay programas preventivos, y su salud se deteriora hasta que colapsan”, denuncia Hernández.
En 2023, según datos de El Caracol, 158 personas en situación de calle murieron en la Ciudad de México: 20 por agresiones de transeúntes, 19 en accidentes viales, 17 por consumo de sustancias y 10 por hipotermia.
Estas causas evitables contrastan con las estadísticas oficiales del INEGI, que priorizan enfermedades cardíacas, diabetes y cáncer, pero ignoran el frío, el hambre y los golpes en la banqueta que matan a los olvidados.
Cabe destacar que, entre 2022 y 2023, El Caracol documentó 22 agresiones policiales contra personas sin hogar, parte de una estrategia de “limpieza social” que busca desplazarlos de zonas turísticas.
En Tlatelolco, la policía solo puede “invitar” a estas personas a retirarse, limitada por restricciones de derechos humanos, lo que genera frustración entre los vecinos, quienes exigen vigilancia permanente y la reactivación de casetas de seguridad.
MICROCOSMOS DE EXCLUSIÓN
Tlatelolco, con su carga histórica de la matanza de 1968, es un reflejo de las fracturas sociales de la capital.
La presidenta Claudia Sheinbaum, en un acto reciente, pidió perdón por aquel “crimen de lesa humanidad”, pero la desconfianza hacia el gobierno persiste.
En junio de 2025, vecinos de Tlatelolco y Tepito bloquearon Eje 2 Norte y Paseo de la Reforma para rechazar un albergue migrante en la Escuela Libre de Homeopatía, argumentando que las prioridades locales —seguridad, alumbrado, limpieza— deben atenderse primero.
“Primero los locales”, gritaban, mientras otros residentes defendían la empatía, recordando a los mexicanos que enfrentan rechazo en Estados Unidos.
Y así, mientras la ciudad celebra reducir homicidios, las muertes en la calle no figuran en las estadísticas. Son fantasmas que habitan los bajopuentes, los jardines descuidados, las entradas de edificios abandonados. Mueren sin nombre, pero su ausencia grita la deuda de una sociedad que, en su afán por avanzar, dejó atrás a los suyos.
Tlatelolco, con su memoria herida, espera un plan que no sea otro documento sepultado en el olvido, mientras las fogatas de los olvidados siguen ardiendo en la noche.
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